La cercanía del embajador de EE. UU. con López Obrador preocupa en el gobierno de Biden.

Altos funcionarios estadounidenses temen que la relación de Ken Salazar con el presidente de México esté resultando contraproducente y pueda ser un retroceso para los intereses de Washington en la región. El zar de las elecciones en México tenía un mensaje para el embajador estadounidense: el presidente mexicano estaba montando un ataque a gran escala contra la autoridad electoral sembrando dudas sobre uno de los pilares de la democracia del país.

Pero, en vez de expresar alarma, el más alto diplomático de Estados Unidos en México adoptó una de las líneas de ataque más frecuentes del presidente, al considerar la posibilidad de que al líder mexicano le habían robado las elecciones presidenciales de 2006.

El embajador, Ken Salazar, dijo en una entrevista que no estaba convencido de que esas elecciones habían sido limpias, desafiando la postura de Estados Unidos en un momento en que la democracia está bajo amenaza en ese país y en el resto del hemisferio.

Salazar, quien invitó al alto funcionario electoral mexicano Lorenzo Córdova a su residencia, le dijo a The New York Times que quería saber: “¿Hubo fraude?”.

El asunto se había resuelto hacía tiempo —para el sistema judicial mexicano, la Unión Europea y el gobierno de Estados Unidos—, hasta ahora.

La disposición de este embajador para cuestionar la legitimidad de las elecciones es solo el más reciente ejemplo de un patrón que varios funcionarios estadounidenses califican de preocupante, un patrón en el que el principal diplomático de Estados Unidos en México a veces parece contradecir las políticas de su propio gobierno por alinearse con el presidente López Obrador.

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